No termino de entender el motivo por el cual no le damos a la tierra que pisamos la importancia y el valor que tiene. Esto es aplicable en muchos sentidos, y en todos sigo sin entenderlo, pero hoy quiero hablaros de cómo estamos matando la agricultura de nuestro país a pesar de que somos los reyes de ciertos cultivos, como la vid o el olivo.
Normalmente estamos orgullosos de nuestros vinos, esos que aparecen en grandes tiendas gourmet como El Corte Inglés, y de nuestras bodegas como Bocopa, quienes exportan sus productos con denominación de origen llevando la marca “España” por todo el mundo, pero sin embargo no valoramos del mismo modo el cultivo del ingrediente principal del vino, la vid. Miles de agricultores pierden sus cultivos cada año por culpa de la climatología y de los cambios que se están sufriendo en todos y cada uno de los países de este pequeño punto azul llamado Tierra, pero a nosotros nos da igual porque tenemos el resultado final, el vino.
¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de que hacemos cosas que no tienen ningún sentido ni lógica? Contaminamos, ensuciamos y dejamos morir nuestro ecosistema, el mismo que nos regala todo lo que tiene para que podamos seguir con nuestras vidas. Nos estamos matando a nosotros mismos, porque matando nuestro planeta nos dejamos morir poco a poco, y no nos damos cuenta, o no queremos verlo. Por eso, y solo por eso, intento que nuestra sociedad comprenda que esa bebida que tanto gusta a los más elegantes de nuestra sociedad, o que pretenden serlo, dejará de existir sino cuidamos nuestra tierra, si no cuidamos la agricultura, si no cuidamos nuestro ecosistema. Tal vez siendo así de egoístas consigamos que alguien ábra los ojos.
¿Pero acaso es el único tesoro que tenemos en nuestro país? Por supuesto que no, hay muchos más, los cítricos, los dátiles, las verduras que crecen fuertes en la cuenca mediterránea y cómo no, el aceite de oliva virgen extra. España es productor de AOVE y exportador a múltiples países, igual que lo es Italia o Grecia, somos quienes proveemos de aceite al resto del mundo, o por lo menos del aceite de oliva que conocemos y que tanto usamos en nuestra dieta mediterránea, pero para conseguir ese producto antes debemos cuidar nuestra tierra, plantar olivos, dejarlos crecer y, por supuesto, tratarlos como se merecen.
En el Centro de interpretación Olivar y Aceite de Jaén, tierra del AOVE por antonomasia, aseguran que son muchísimos los agricultores que venden sus campos cada año porque no les sale rentable mantener sus olivos. ¿Y quién tiene la culpa de eso? Nuestra sociedad. Si queremos consumir su aceite, tenemos que ayudarles a mantener sus campos, así de simple. Pero no lo hacemos porque cambiar ahora nuestro modo de hacer las cosas resulta caro y complejo. Y no se trata de subir el precio de la botella de aceite al consumidor final, sino de repasar la cadena y ver donde falla exactamente para poder pagar más a los agricultores y menos al resto de intermediarios que, aunque tienen una función y un trabajo muy loable, tal vez hayan demasiados desde la aceituna del árbol hasta la botella en el supermercado.
Decid adiós a todo
Pero el mayor problema de todo eso no es que estamos destruyendo nuestro sustento, nuestra economía, nuestra base como país, el problema de todo esto es que como no cambiemos nuestra forma de hacer las cosas vamos a tener que decir “adiós” a todo lo que conocemos hoy en día.
Nuestro país ha sido, durante siglos, un país de agricultura. Somos conocidos por nuestra fértil tierra, nuestros cultivos y nuestros productos finales, pero estamos dejando eso a un lado para convertir nuestro país en una oda al turismo que cuando falla (como ha pasado con la pandemia) se desmorona todo. Y no contestos con eso, seguimos destrozando nuestro entorno.
Cuando era pequeña e iba a la playa todo tenía una magia que ahora ha desaparecido. Miraba hacia los laterales y veía naturaleza, ahora mire donde mire solo veo chalets y apartamentos con piscina. Y no es que nuestras playas hayan sido siempre ejemplo de limpieza, porque no es así, pero no recuerdo haberme encontrado tantos desechos mientras me bañaba como ocurre ahora. ¿Y eso es lo que va a ver mi hija? Me temo que sí, porque la playa de antaño ha desaparecido por completo.
Recuerdo mis veranos acudiendo a una cala cercana a pasar el día porque mis padres no querían ir a playa abierta, por miedo a las corrientes, y yo me metía al agua, con mis primos, y jugábamos, lo pasábamos bien, y mientras nuestros padres se relajaban en la arena, con su aperitivo dominguero. Ahora no se puede ir a esa cala porque al ser un tramo de la costa que recoge el agua se acumula de todo, y cuando digo de todo me refiero a todo, desde botes de pintura vacíos hasta trozos de botellas de cristal.
La arena de esa cala, que antes era suave como la de la playa grande, ahora es un lodazal. Meter los pies en el mar da incluso asco porque la arena actúa como una especie de lodo que se pega a tus pies mientras te hundes unos centímetros y huele a algo parecido al alquitrán. ¡Pero oye, no pasa nada! Y no pasa nada porque tenemos este año 74 banderas azules en la Comunidad Valenciana, somos unos hacha. Eso sí, para que las disfruten los turistas sin saber que en la cala de al lado, a menos de 1 kilómetro, se acumula el cieno, el plástico y la basura en lo que antes era un paraje natural.
Y de paso, ya que decís adiós a los productos de la tierra y a las calas de antaño, id pensando también en cómo vais a decir adiós a la lluvia suave, esa que caía poco a poco y bañaba nuestras calles y nuestros campos, más que nada porque ahora ya no llueve así, ya no puedes quedarte en la ventana mirando cómo el cielos nos regala sus lágrimas, ahora las nubes están tan cabreadas que nos lanzan las gotas de lluvia por miles, golpeando con fuerza cada centímetro de suelo que tocan, y si hace el frío suficiente en las alturas igual nos las lanzan congeladas.
El clima está cambiando y ahora pasamos del calor extremos a las lluvias torrenciales. Atrás quedaron las lluvias frescas primaverales que a veces nos sorprendían en la calle, atrás quedaron las gotas sencillas que hacían florecer nuestras macetas en los balcones, ahora cada vez que llueve parece el diluvio universal y más nos vale que nos pille a cubierto.
Decid adiós a salir a la calle entre las 12:00 del mediodía y las 17:00 de la tarde entre los meses de mayo y octubre porque la sensación térmica de algunas ciudades hace imposible caminar en esas horas. ¿Y qué podemos hacer al respecto? Pues lo de siempre, quedarnos en casa con el aire acondicionado a toda potencia o acudir a un centro comercial, donde también se está bien fresquito. ¿Y qué es lo que vemos al final todos los días, cada día? Pues cemento, ladrillo y muy poco verde.
Yo ya he aprendido a vivir así, y a mi hija no le va a quedar otra que seguir del mismo modo, con la suerte que tiene ella de no haber conocido nuestro planeta hace unos años, pero el problema es que todo irá a peor, y si no queréis hacerlo por nosotros, por poder respirar, hacedlo por el vino gourmet con denominación de origen, hacedlo por él que también va a desaparecer.