Por muy triste que me parezca me parece que ya no hay vuelta atrás porque cada vez son más propietarios de fincas y casas en pueblos, e incluso de granjas, los que deciden reformar y adaptar dicha propiedad para ofrecerla como alojamiento rural. Que se haya puesto de moda este turismo y que cada día sean más lo aficionados que optan por él es una salida para muchos, pero también una manera de cambiar paisajes tradicionales.
La mayoría de los propietarios optan por respetar la estética de la vivienda pero, inevitablemente, la adaptación de los espacios provoca que haya ciertos cambios. Uno de los más visibles, al menos en mi zona, ha sido el de una finca familiar que hasta hace dos años contaba con áreas de cultivo y zonas de pasto y que, a día de hoy, se han cambiado por un pequeño parque por columpios, una piscina y un secarral. La crisis del agua afectó muchísimo a esa familia y tras aguantar durante mucho tiempo no les quedó más opción que adaptarse o morir y reformaron toda la finca, dejando de lado los campos de cultivo y vendiendo el ganado, para dedicarse en cuerpo y alma al turismo rural.
Por suerte no les va nada mal y pueden vivir de las 7 habitaciones que tienen en la finca, pero obviamente el paisaje ha cambiado pues, desde el camino ya no se ve a las vacas ni a los cerdos, y tampoco los surcos que deja el arado tras el sembrado en los campos de cultivo.
Una de las mejores reformas que he visto en este sentido, fue el de una granja a dos kilómetros del terreno de mi familia. Conocíamos a los propietarios de toda la vida y sé que dedicarse ahora el turismo rural es solo cuestión de tiempo, en cuanto puedan, volverán a sus raíces, y por eso tampoco querían crear una infraestructura que luego fuera demasiado costoso retirar.
Grupo Navitec se hizo cargo de la remodelación del edificio e hicieron un gran trabajo respetando el establo y el cobertizo. Convirtieron estas estancias en una especie de museo que los huéspedes podían visitar para ver las herramientas de trabajo, las viviendas de los animales, los utensilios, e incluso pusieron imágenes de casi 100 años de antigüedad que aún conservaba la familia de la misma granja colgando por las paredes. Pero lo que más llamó mi atención fue cómo construyeron, en el terreno de alrededor de la casa principal, varias estancias a base de bloques prefabricados de hormigón de la empresa Eiros. Con ellos levantaron pequeñas estancias tematizadas en los alrededores de la granja porque, además de tener una gran durabilidad, permiten deshacerte de ellos con cierta facilidad. Según el cabeza de familia, nada tiraría al suelo esas mini casitas pero si te propones derribarlas sólo necesitas una buena grúa y en una mañana las tendrás todas en el suelo con la ventaja de que ni sus cimientos ni sus enganches a tierra habrán estropeado la tierra.
Personalmente habría elegido antes un material como la madera e incluso la tela para crear una especie de Jaima, pero reconozco que tras la explicación que me dio tiene mucho más sentido lo que hicieron ellos porque para levantar una casa de madera hace falta tiempo y mucho cimiento de agarre, mientras que estas estancias de hormigón se levantan en un día y no llevan a penas cimientos.
Sea como sea, me alegro de todas esas familias puedan salir adelante pero no puedo evitar tener cierta sensación de desasosiego al ver cómo la agricultura familiar y tradicional no deja de desaparecer.