Quedan pocos, están en extinción, pero aún quedan. Los ganaderos tradicionales, de esos que siguen haciendo las cosas a la antigua usanza, están desapareciendo y es una auténtica pena. El producto español cuya materia prima es el animal, sobre todo los productos de animales criados en granjas del norte del país, tiene gran fama mundial. La ternera gallega, la leche asturiana… y todo gracias al ecosistema de la zona y al cuidado de los ganaderos que han aprendido su oficio tras ver a su padre, a su abuelo y a su bisabuelo. Y es que cuatro de cada diez ganaderos se jubilarán en los próximos 10 años.
Los ganaderos modernos, que tampoco es que sean muchos, forman un sector que intenta mejorar día a día su producción y muchos de nosotros apostamos por ellos. Sin embargo, no es lo mismo apoyarse en las nuevas tecnologías, o en nuevos avances para mejorar la eficiencia de tu granja hasta cierto nivel, que cambiar la forma en la que se han hecho las cosas toda la vida en pro de una productividad en la que los pollos, los terneros o los cerdos llegan totalmente maltratados al final de su vida.
La granja domotizada está cerca, y somos muchos los que defendemos que esa domótica, bien utilizada, puede ser realmente beneficiosa tanto para el sector como para los animales. Eso sí, sin pasarse, y siendo totalmente fieles a la base de esta profesión.
Innovación y tecnología
No hace demasiados años, la granja se valía únicamente de manos ganaderas para hacer todo el trabajo. Ahora hay maquinaria que facilita esta labor y utilizarla no tiene por qué ser algo malo. Bonanza Motor lleva años vendiendo sus equipos y generadores para proveer a las granjas españolas de la energía suficiente como para movilizar máquinas automatizadas que dan de comer a los animales, picadoras de paja o mezcladores autopropulsados. Toda esa maquinaria permite al ganadero ganar en eficiencia, y eso no significa que los animales dejen de ser animales (como se ha insinuado en algunos espacios) para pasar a ser máquinas de leche, o máquinas de carne, o máquinas de huevos. No, para nada. La tecnología, bien utilizada, no es mala.
La explotación porcina Albesa Ramadera ha instalado en sus 3.200 cerdas unos chips que las distingue una a una para que el ganadero pueda diferenciarlas y saber qué tipo de alimentación es más adecuada para cada una de ellas. Tratar a cada animal de un modo personalizado permite a las ganaderías individualizar la medicación, las vacunas, etc. e incluso reducirlas, pues ya no es necesario proveer a toda la una granja de cierta medicación si solo son dos animales los que tienen un tipo de problema. Esto mejora la calidad de vida del animal y, por supuesto, también la calidad de los productos derivados de dichos animales.
Toda esta tecnología y mejora en el sector es la que nos da cierta esperanza pues, si el ganadero tradicional desaparece puede que el nuevo ganadero, el que sigue respetando a los animales pero se beneficia de las tecnologías para facilitar su trabajo, siga existiendo y saliendo adelante.
También tenemos el punto de mira muy puesto sobre las mujeres ganaderas. Son pocas, pero se hacen oír, y colectivos como el Ramadares de Catalunya, que defienden la ganadería extensiva (cría de animales saliendo a pastar), son los que necesitamos ahora mismo para la supervivencia de este sector profesional en nuestro país.
Tampoco estaría de más escuchar voces como las de la asociación gallega Terra e Leite, quienes abogan por mejorar la formación vinculada al sector ganadero y adaptarla a las necesidades actuales. Y es que, adía de hoy, solo el Centro de Formación y Experimentación Agroforestal de Sergude y la Escola Familiar Agraria Fonteboa imparten los ciclos medios de producción agropecuaria y los superiores de ganadería y asistencia en sanidad animal, respectivamente.