Dentro de un contexto global en el que la sostenibilidad medioambiental se erige como una de las prioridades en cuanto a las políticas energéticas de estados y sector privado, en relación a los cada vez más evidentes efectos del proceso de calentamiento global –la subida de temperatura sostenida a lo largo de las últimas décadas, producto directo de la actividad del hombre, y responsable de consecuencias como el aumento del nivel del mal, la alteración o extinción de múltiples ecosistemas y el incremento de enfermedades humanas de diverso orden-, el gas natural se ha convertido en uno de los recursos combustibles más preciados gracias a su consideración como energía limpia y agente para el desarrollo sostenible.
El gas natural es una fuente de energía no renovable –es decir, existente en la naturaleza de manera limitada e irremplazable-, compuesto por una mezcla de gases ligeros que, por lo general, se encuentra en el subsuelo continental y marino, contenido en yacimientos de petróleo y disuelto o asociado con este material, así como en depósitos de carbón, aunque también puede presentarse tan solo acompañado por hidrocarburos y gases residuales. La razón es de esta asociación es que, al igual que estos dos citados combustibles, el origen del gas natural es fósil. Su formación procede de la descomposición de organismos vivos –animales y plantas-, posteriormente sepultados bajo sedimentos rocosos. Su acumulación a lo largo del tiempo, provoca su postergación a capas sedimentarias de gran profundidad. El efecto de la presión de estas capas de roca, en combinación con las fuentes geotérmicas existentes en el interior del planeta, es la responsable de la conversión de estos restos biológicos en carbón, petróleo y gas natural. La imposibilidad de fluir, por su parte, tiene como consecuencia la acumulación de estos energéticos en yacimientos.
La composición del gas natural no es estable, sino que varía en sus proporciones y su pureza de un yacimiento a otro, de un pozo a otro dentro de la misma fuente e incluso a lo largo del proceso de explotación, lo que exige un análisis continuo del combustible. Por lo general, el gas natural incluye una numerosa cantidad de hidrocarburos gaseosos con bajo punto de ebullición, sobre los que el metano se alza como elemento preponderante (alrededor del 90 por ciento de la mezcla). Otros gases presentes de manera habitual son el etano (alrededor de casi el 10 por ciento), el propano (alrededor del 3 por ciento), el pentano, el butano, el hexano y el octano, así como, en una proporción insignificante, gases inertes –gases que no sufren reacciones en determinadas condiciones de presión y temperatura- como el nitrógeno y el dióxido de carbono.
En la actividad cotidiana, el campo de aplicación del gas natural se circunscribe a tres campos: el uso industrial, el uso comercial y el uso doméstico.
Dentro del ámbito industrial, el gas natural es un energético habitualmente empleado en procesos de cogeneración –la obtención simultánea de energía eléctrica y energía térmica-, la trigeneración –la obtención simultánea de energía eléctrica y energía térmica de alta y baja temperatura-, como combustible para el calentamiento de estancias u hornos de fundición o para fabricación a alta temperatura de diversos materiales –vidrio, cerámica, cementos, morteros y hormigones,…-, la generación de vapor, la producción de fertilizantes, el empleo de calor derivado para actividades de secado o para el corte de piezas metálicas de grosor elevado mediante combustión (la denominada técnica de oxicorte).
En cuanto al uso comercial, esta función principal como combustible es de gran utilidad para negocios como la hostelería, la elaboración de alimentos que impliquen técnicas de horneado, el calentamiento de agua en lavanderías… A su vez, es una materia prima de enorme utilidad para la regulación térmica de grandes espacios como los centros comerciales y como combustible sostenible y de bajo nivel de contaminación en el transporte público en reemplazo de la tradicional gasolina, más perjudicial para el medioambiente y de precio más elevado.
Las ventajas del gas natural también son relevantes en el sector doméstico, muy común para la satisfacción de servicios de agua caliente y calefacción. Gas Natural Fenosa, líder entre los instaladores de gas natural en Madrid, recuerda los beneficios que supone su empleo a la hora de reducir el desgaste y los costes de mantenimiento de los aparatos de calefacción. A ello se le añade la ausencia de problemas de contaminación durante el proceso de extracción, transporte, instalación y uso, o de su nula producción de residuos derivados. En un aspecto práctico, el gas natural facilita un calentamiento del agua a mayor velocidad, sin necesidad de almacenamiento previo en depósito o interrupciones de temperatura en otras salidas de agua, lo que redunda en el ahorro en el gasto de agua, beneficioso sin duda tanto para el bolsillo como para la ecología. Del mismo modo, la homogeneidad en el acondicionamiento térmico del hogar y su efectividad en su aplicación en cocina a causa de su sencillo control y su notable potencia energética, son otros dos factores que explican el escaso consumo diario que comporta este combustible. Una reducción en la cuantía de las facturas también ligado a la competitividad económica del gas natural.