Sin nada más en común con la Siberia rusa que el mero nombre, a pesar de su propia denominación evoque frio, y parajes blancos, la Siberia extremeña es todo lo contrario.
Parajes cálidos, fauna, flora y una reserva natural que alcanza las ciento cincuenta y cinco mil hectáreas, son el lugar ideal para hacer una escapa rural o una simple excursión.
Limitando con su compañera de provincia, Cáceres, Toledo y Ciudad Real, esta comarca extremeña, debe su nombre a una época no muy lejana. Como la citada Siberia rusa, la lejanía de la comarca y sus pueblos con la capital, se asimilaba a lo que sucedía en Rusia por aquellos tiempos. Los ferrocarriles no llegaban y se trazaba un plan para implantarlos. Eso contribuía a la mala comunicación y conexión zonal, dando como resultado zonas despobladas.
Aunque la historia de la semejanza parece muy traída, existen otras versiones del porqué de su nombre. En cualquier caso, la Siberia extremeña, es en la actualidad un destino ideal para el turista rural.
En esta comarca todavía se lleva el irse de pueblos. En la ciudad te vas de bares o de compras, en Siberia, de pueblos. Cada uno de ellos con su particular encanto. Con sus costumbres y tradiciones.
De pueblo en pueblo
Desde Casa Rural La Pajarona, nos aseguran que lo mejor de la Siberia es alojarse en una casa rural y desde ahí, conocer sus pueblos. Así que sin más, vamos a darnos un paseo, si no por todos, por algunos de ellos.
Por seguir un orden, que sea el alfabético, así nos encontramos en primer lugar Baterno. Prácticamente aislado y al límite de la provincia de Ciudad Real, se encuentra esta pequeña localidad que en otros tiempos, perteneció al Duque de Béjar. Su conjunto monumental se compone de la modesta iglesia de San Andrés Apóstol y la ermita de la Virgen del Fuego situada en las afueras. La gastronomía que se ofrece es la típica de la zona: migas, ajo blanco y gazpacho y dulces como canutos, sepulturas o almendradillos.
Otra pedanía llamada Bohonal de los Montes, enclavada en plena sierra y con la peculiaridad de que sus calles conservan casi intacta su estructura, no se han llevado a cabo modificaciones importantes. Los platos típicos son caldereta, morcilla del cura, chorizos malditos, salmorejo, pestorejo, trabao con pringue y torreznos. Los dulces: canutos y candelillas.
A orillas del Guadiana, las Casas de San Pedro, nombre que le viene dado por Pedro I el Cruel. Casas solariegas y señoriales, una plaza mayor con su ayuntamiento y la iglesia junto a la plaza del Sagrado Corazón, forman parte de la arquitectura popular. En cuanto a gastronomía, la matanza y los ya mencionados platos típicos, junto a las natillas, gachones, flores y bollos de los santos.
Castilblanco cuenta en su historia con cierta tradición templaría. Dólmenes y castros, acompañados de alguna pintura rupestre, atestiguan que su historia se remonta más allá de las cruzadas. Su tradición gastronómica incluye el Jijimole y las sopas de tomate. Sin olvidar su excelente aceite de oliva.
A caballo entre zonas elevadas y terrenos llanos, se encuentra Garlitos, a los pies de Sierra del Calvario y limitando con Ciudad Real. Su estructura cuenta con dos partes: la más moderna en el llano y la más antigua en el monte. Restos de un castillo árabe y alguna pintura rupestre completan el conjunto histórico de la localidad. Más migas, escabeche y ajoblanco, rosquillas, buñuelos, orejas y canutos, regados con vino de pitarra y aguardiente de elaboración propia, son los manjares que puedes degustar en estas tierras.
En las orillas del embalse de García Solá, la pedanía de Peloche. Pinturas rupestres representando al hombre primitivo, pendientes y riscos con vistas espectaculares, son el atractivo de esta zona de recreo fluvial cortesía del paso del Guadiana. Para degustar, el Escarapuche, elaborado con pescado (lo hay de carne) tomate y cebolla como si fuera una ensalada.
También cercano al embalse de García Solá encontramos Puerto Peña, este toma el nombre de otra denominación del propio embalse. Pesca, playas artificiales y naturales junto a un observatorio de la fauna y el camping, lo convierten en un lugar para escaparse y descansar.
Sancti-Spiritus próxima a la Sierra del Cuchillo y cercana al embalse de la Serena, cuenta con el blanco como color predominante en todas las construcciones. Sin duda, algo espiritual o simplemente la pureza de las gentes que viven allí. Arquitectura religiosa, casas señoriales, fuentes y pozos son el atractivo de este pequeño pueblo. No dejar pasar las DO con las que cuentan sus quesos, jamones, aceite y cordero.
Restos paleolíticos, pinturas rupestres, castros celtas, son las huellas que el paso del tiempo ha dejado en Talarrubias, una villa perteneciente al Duque de Béjar. Con un importante patrimonio artístico que cuenta con iglesias y ermitas, las tallas y la imaginería local lo convierten en un atractivo para los amantes de la historia. Para comer, pescado en escabeche y achicorias fritas.
Con un nombre clásico que evoca a los hidalgos de antaño, Valdecaballeros a cuatrocientos metros de altitud, contempla el Guadiana a su derecha. Sin desmerecer su arquitectura popular y el balneario de aguas termales que posee, cuenta además con un atractivo peculiar: la antigua central nuclear. Esta, clausurada desde hace años, ofrece un espectáculo cuanto menos fantasmagórico. Gachas y sopa de cachuelas a destacar en su oferta gastronómica y las magdalenas de huevo para los más golosos.
No están todos los que son, pero si son todos los que están. La Siberia Extremeña, antaño parte del olvido, es ahora un enclave natural que merece la pena visitar.
Con una extensa variedad de actividades, rutas y por supuesto pueblos que visitar. Extremadura es mucho más de lo que hemos visto. Este breve repaso por algunos de los pueblos de la Siberia no da ni mucho menos, para atisbar todo lo que ofrece. No solo relax, cultura, historia y por supuesto, tradición.
Desde que pones un pie en esta zona de Badajoz, en algunos puntos prácticamente en los Montes de Toledo, solo quieres dejarte atrapar por su esencia.